lunes, 13 de diciembre de 2010

El verdugo sanador

El viejo aforismo de que la energía ni se crea ni se destruye, sino que simplemente se transforma, puede aplicarse perfectamente a esa broma pesada (que algunos memos llamaron ciencia) y que se llama la economía creativa.
La creatividad consistía, y lo estamos padeciendo ahora, en el artificio de plantear que la riqueza era un proceso dialéctico fundamentado en la capacidad de movimiento de capitales, en la fantasiosa y fraudulenta creación de supuestos activos que, valorados por golfos o incompetentes, creaban en proceso piramidal unos (falsos) beneficios en cadena.
Y, de esta manera, el mundo vivió bajo el patrocinio de los gurús de la nada en un loco proceso en el que los activos se revalorizaban (hasta su estallido) en función de su inmediata venta.
¿Dónde se encuentra el dinero generado por tanto negocio que vació los bolsillos de los más para llenar los de los menos? ¿Conocen ustedes a algún alto ejecutivo de las finanzas que se encuentre sometido a proceso judicial en nuestro país? Porque el dinero, del mismo modo que la energía, ni se creó ni se destruyó, simplemente se ubicó, y ahí sigue, en los bolsillos de ejemplares prohombres de nuestra sociedad que, como en las encuestas, ahora resulta que ni saben y, desde luego, ni contestan.
¿Y qué me pueden ustedes contar de la refundación del sistema que nuestros líderes políticos afirmaron con toda solemnidad hace unos cuantos meses? Diremos que "ni está ni se le espera".
No es que hayamos perdido la oportunidad de que la crisis fuera aprovechada para sanear la estructura, sino que esa estructura, infiable y corrompida, es la esencia del sistema. La columna vertebral que no la superestructura política.
Y así, aquellos mismos incompetentes o competentísimos que crearon nuestra presente tragedia son y serán quienes nos sacarán de ella.
¿Ustedes confiarían en el médico que les hubiera contaminado una enfermedad como la tuberculosis? Pues no queda más remedio.

Javier Nart. Abogado.